La pluma que escribe estas lineas,
sujeta por mi mano,
se desliza casi por inercia
pues ya no hay mucho que decir,
ya no hay nada más que esperar
serena y cansada
los abrazos dulces de Dios,
las promesas alentadoras
que recogerán pedazos míos
abandonados a mitad de camino
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